Rockuerdos

Crónicas de un fan del rock

jueves, septiembre 18, 2008

21



Los años sesenta fueron un gran momento para la juventud del mundo porque abarcaron un abanico de acontecimientos donde todas las artes vivieron una explosión creativa única que aun hoy nos sigue deslumbrando.
El punto neurálgico en Argentina, fue un centro de arte vanguardista llamado Instituto Di Tella.
Muy cerca de ahí pero muchos años después, en el invierno del ‘89 participé del concurso por el 25º Aniversario de la Escuela Panamericana de Arte donde parte del jurado y algunos participantes provenían de aquellos años locos.
Este concurso nacional consistía en usar la imagen de la famosísima Gioconda de Leonardo y recrearla libremente con cualquier técnica y soporte, incluso video e instalaciones.
Una tarde, sorpresivamente llegó un sobre a casa con la invitación a la muestra.
¡Mi propuesta había salido elegida para la exposición!
Ni sospechaba a quien estaba a punto de conocer.

Ese invierno era todo hielo en la ciudad de Buenos Aires, pero más helado quedé yo cuando la vi entrar al salón principal del Centro Cultural Recoleta.
La exposición se inauguraba a las 19 hs. pero como yo tenía tiempo de sobra, llegué una hora antes… y ella también. Estábamos los dos solos en una habitación gigante y silenciosa. Era una oportunidad única, así que decidido me acerqué y le dije: “Hola Marta”, “¿Que tal?”-respondió- Le pregunté si había presentado alguna propuesta y me dijo que no tuvo tiempo. Había venido a ver los trabajos de algunos amigos, entre ellos Rogelio Polesello, un coetáneo de sus días del Di Tella, quien tuvo que conformarse con el segundo puesto.
La acompañé a recorrer la muestra y me pareció muy encantadora aunque impiadosa con algunas de las obras expuestas. Decía cosas como: “¡Esto es espantoso!” “¡Mirá este, no lo puedo creer!”. A mí ya no me dieron ganas de enseñarle mi propuesta, pero me dijo que no me hiciera problemas, así que la llevé frente al cuadro. Ahí me dijo una gran mentira: “¡Está bueno!”

A propósito de este concurso, un par de años después vino a Mendoza a dar una charla un genio del dibujo, Carlos Nine. Al finalizar la conferencia y mientras firmaba autógrafos le lancé: “Carlos, yo competí con vos en un concurso”, “No me digas, ¿Cuál?” -respondió- y le conté que en el concurso de la Escuela Panamericana de Arte. Me dijo que por culpa de ese concurso, hacía bastante tiempo que Rogelio no le hablaba, “pensó que su trabajo mereció ganar el primer premio…”
La obra de Nine, que se alzó con el triunfo y con 5.000 dólares, mostraba un bar portuario, donde en una mesa, cual cambalache en technicolor se veía a Van Gogh de copas con Patoruzú. Más atrás a Mickey y Popeye entre tantos otros y apoyada sobre la barra, la Gioconda mostraba sus piernas y con indiferencia observaba la escena.

Aquella noche que conocí a Marta Minujín, hablamos de Andy Warhol y de cuando llevó a Almendra al Di Tella.
Se fue tan rápido como vino, su cabellera como una cortina dorada dejó un perfume desconocido, pero eterno…
Ahora pienso que en el collage de personajes que hizo Nine, no hubiera desentonado el payaso de la portada del disco de Almendra.
Este hombre triste que desde 1969 nos sigue colmando de alegría.