Rockuerdos

Crónicas de un fan del rock

lunes, mayo 19, 2008

18


A poco de la salida del álbum “The Wall” yo hice mi primera pared, mucho más chica en el taller del Pablo Nogués. El maestro de construcción nos dio algunas directivas y allá fuimos enfundados en nuestros mamelucos, armando ladrillo a ladrillo nuestra pequeña pared en el patio del colegio.
Al día siguiente volvimos y con asombro e indignación vimos que alguien las había derribado a todas. Este hecho recién cobraría sentido para mí un par de años después…

El día del estreno de la película en el City, estaba muy contento porque además estrenaba mi mayoría de edad en el cine, ya no le iba a tener que pedir el documento a mi hermano para poder ver las películas prohibidas para menores de 18.
Recuerdo como si fuese ayer a esas dos chicas sentadas delante de mí, sonriendo e intercambiando miradas traviesas durante la escena de las flores que copulaban y se convertían en una pareja de amantes. Lo más escalofriante para mi fueron las imágenes premonitorias de la guerra, con los soldaditos retorciéndose de dolor y de miedo.
Igual de atroz fue enterarme en el colegio y por radio el número que me tocó en el sorteo para el servicio militar. Fue decepcionante saber que no me salvaba de la colimba… y encima me tocó marina.
Estaba condenado a ir a la inminente Guerra de las Malvinas, aunque en secreto guardaba un as en la botamanga.

El día de la revisación médica yo estaba serenamente confiado, era una fresca mañana en la que por primera vez hacía una cola inmensa con jóvenes como yo pero no para entrar a un recital, sino -según mi imaginación- a una gran picadora de carne.
Al final del recorrido tenía todo en orden, estaba apto y en un momento comencé a dudar. Ese consultorio era mi última oportunidad para salvarme y aún nadie se daba cuenta, hasta que a punto de salir, un médico detrás mío dijo las palabras que más quería escuchar: “Acá hay un pie plano ¿cómo no se dieron cuenta?”
No iba a soportar ir a esa guerra absurda y además tener que enfrentarme a pibes ingleses que seguramente tenían mis mismos ídolos musicales. Bueno, después supimos que eran soldados profesionales de dudosa procedencia y rudos procederes.

Cierta vez a Sledge Hammer -aquel violento y entrañable policía de la tele- le preguntaron cuál era su libro preferido y él contestó: “La Guerra y la Paz, sobre todo la primera parte”. Lo mismo pensarían Waters y Gilmour, quienes estuvieron en guerra por más de 20 años. Ahora por fin hicieron definitivamente las paces y confirmaron la reunión de Pink Floyd sólo para recitales benéficos.
Mientras sueño que vengan a esta parte del planeta, me quedo con el recuerdo de la celebración por los 20 años de The Wall en el Cine Universidad con el grupo Eclipse. La noche del 3 de diciembre del 99 tuve el honor de dirigir la puesta en escena de esa súper producción custodiada por dos pares de inmensos martillos cruzados en lo alto. El siglo veinte se terminaba y lo celebramos con aquel álbum bello y perturbador. Íntimo y ruidoso. Sombrío y luminoso.
Todo cabe en esos dos discos… La guerra y la paz.